Cayetano Rivera - interview Vanity Fair V

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—¿Qué riesgos asume en la vida, además del toro?
 —Soy emprendedor, nada conformista y me gusta correr ciertos tipos de riesgo que me hacen sentir vivo, como esquiar o bucear, aunque el buceo me impone respeto si no veo lo que hay debajo. En el documental Y se llama Cayetano me sorprende un detalle.

Lo ha cogido el toro y la cámara entra en la enfermería. El médico se le acerca con una jeringuilla en la mano. Cayetano pone cara de pavor: “¿No tiene una aguja más chica?”. “Es chocante que un tío que se mide con bichos de 600 kilos tenga miedo de una aguja de cuatro centímetros”, bromea Borja Manso, el director, que pudo rodar momentos tan íntimos como ése. Otros le fueron vetados.

“Él se reservó el derecho al corte final, ese era el trato, y tuvimos nuestros más y nuestros menos. Todo tenía que tener un porqué o la respuesta era un no”. Me lo creo. Durante el mes y medio que estuvimos en contacto, incluyendo tres encuentros personales, repitió en varias ocasiones la frase “en el toro todo tiene su porqué”.

Que parecía ser trasladable al resto de su vida. Así, cuando en la sesión de fotos le pedimos que se descubriera el torso la respuesta fue: “¿a cuento de qué?. Y cuando se le sugirió que se pusiera el sombrero de cowboy para montar a caballo dijo: “¿Por qué? Esto no es un rodeo, ¿no?”.

 Día 3 de octubre.

El vestíbulo del hotel es un enjambre de mujeres vestidas como para ir de boda, jóvenes excitadas con escotes palabra de honor y flores en el pelo y niños repeinados con calcetines de perlé. Laca y gomina a granel. Es la feria de Úbeda, son las cinco de la tarde y se arremolinan ansiosas en torno al ascensor, con las cámaras fotográficas en una mano y los abanicos estampados en otra. Cada vez que se abren las puertas contienen la respiración.

Cada vez que quien sale no es él, sueltan el aire con risas nerviosas. Al fin aparece Cayetano. De berenjena y azabache, la mirada perdida. Listo para la penúltima corrida de la temporada. Parece no verlas, no escuchar las voces que lo llaman y lo piropean.?

No está para fiestas. “La gente no se da cuenta de que no es el mejor momento para abordarme, yo estoy concentrado y entiendo que puedo parecer antipático”, dirá después. “No es fácil estar al lado de un torero en días importantes, puedes meter la pata. Alguno te quiere decir lo que se avecina cuando tú llevas tres meses pensando en ello. Esas cosas sientan fatal”.








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