Cayetano Rivera Ordonez - interview Vanity Fair II

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—¿Cuál es la última mentira que han dicho sobre usted?
—Que me caso. Pero hay mentiras que me afectan más que ésa, porque hacen daño también a las personas a las que quiero. A veces me culpan de cosas que no he hecho, no entiendo por qué. Llaman y dicen eso de “una fuente asegura...” ¡Me río de la fuente! Yo no me voy a esconder porque no tengo nada que ocultar, pero me gustaría ver a algunos con cinco coches detrás, siguiéndolos a ellos y a sus hijos. No me gusta estar siendo observado y juzgado por lo que hago o dejo de hacer. La fama me condiciona, desgraciadamente”.
Convengamos que hay en su biografía no pocos detalles que lo alejan del torero prototípico. Habla perfectamente francés e inglés, estudió producción de cine en Los Ángeles, no cree en el destino ni se le conocen supersticiones, desfila para Armani, y en su última colaboración con el italiano se codeó con Victoria Beckham, Leonardo DiCaprio o Alicia Keys. Colecciona arte, conduce un monovolumen —aunque sí, durante un tiempo se encaprichó de un Aston Martin— y no, no se ha comprado una finca con sus primeros ahorros, sino una casa a 30 kilómetros de Madrid donde no hay cabezas de toro como objetos decorativos. Según su apoderado no tiene seguidores o fans, sino “partidarios”. Además, la cadena de televisión Al Jazeera acaba de comprar el documental 'Y se llama Cayetano', rodado en 2006, durante su último año como novillero, y 17 millones de americanos vieron el año pasado por la CBS Hermanos de sangre, protagonizado por los hermanos Rivera.
—Es usted poco convencional, pero respeta las tradiciones, como montar la capilla antes de cada corrida. ¿Se puede ser torero y ateo?
—¿Torero y ateo? Supongo que sí... Yo creo que existe una vida espiritual, pero en el fondo lo que hay que disfrutar es la vida de aquí. Luego si hay cielo, ya veremos.

—Cuando sufre un revolcón o una cornada, ¿cómo consigue superar el miedo?
—Muchas veces en vez de asustarte te cabreas, te entra un arrebato. Con los nervios y la adrenalina el dolor casi no lo sientes. Lo que te sale es la raza. Otra cosa son las cornadas, accidentes que duelen y lo pasas fatal, pero en la vida hay otras formas de pasarlo mal que no son físicas y son casi igual de malas.
De esas otras cornadas sabe mucho, desde bien pequeño. El 26 de septiembre de 1984 un toro lo dejó huérfano de padre en Pozoblanco (Córdoba). Tenía sólo siete años. “Desde entonces él y sus hermanos soportan cada año un tsunami de morbo con el famoso vídeo de la muerte de Paquirri”, me cuenta Pedro Toledano, crítico taurino y amigo íntimo del torero de Barbate. “Caye ha pagado con sangre su tardía entrada en este mundo. Ha sufrido dos cornadas gravísimas por falta de técnica, pero le sobran valor, arte y sentimiento. Yo le digo que ha heredado un peso dinástico que le beneficia y a veces le perjudica”. ¿La plaza le trata peor por sus apellidos?, quiero saber. Ramiro Curá me ha contado cómo le revuelven gritos del tipo “A torear, a la pasarela” que a veces escucha en el tendido. “El mundo del toro es cerrado y machista y, como encima Caye es guapo, tiene siempre a las mujeres de la plaza a favor, cosa que a los hombres no deja de fastidiarles”, responde.
—¿Su mundo es masculino o machista?

—Puede que haya machismo en algunos casos, por lo que viene de la tradición, pero sobre todo es masculino. Yo paso muchas horas con los diez hombres de mi cuadrilla.


—¿Se puede ser la mujer de un torero y tener una carrera profesional absorbente?
—A ver... Todo puede ser, depende de cómo lo lleve cada uno, pero la realidad es que el torero tiene una vida muy sacrificada, y si su mujer también, será difícil pasar tiempo juntos. Pero no imposible. Durante semanas traté de arrancar a Cayetano el nombre de alguna mujer que lo conociera bien. Al final me dio uno: Dolores Aguirre, ganadera, amiga íntima de su abuelo, en cuya casa de campo de Sevilla ha vivido el diestro algunas temporadas. De las mil anécdotas que conoce se queda con una que refleja su determinación. “Él coincidió en un acto con la Reina cuando estaba decidiendo en qué universidad estudiar. Ella le recomendóvivamente que se fuera a Florida, y él le contestó que prefería California. La Reina le insistió en las bondades de Florida, pero él, por supuesto, siguió con su idea. Cuando algo se le mete en la cabeza lo hace”.










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